Por qué cada vez va a haber más turbulencias en los vuelos de avión Este año ha sido pródigo en noticias sobre aterrizajes forzosos a causa de los CAT (turbulencias en aire claro). ¿Simple casualidad o hay algo más detrás de ello? Héctor G. Barnés | El Confidencial | 13 September 2016 El pasado mes de junio, 34 pasajeros y seis miembros de la tripulación de un vuelo de Malaysia Airlines que volaba entre Londres y Kuala Lumpur resultaron heridos después de que su avión sufriese grandes turbulencias. Hace tan solo unos días, un vuelo de United Airlines que unía Houston con Londres fue sacudido por turbulencias que causaron 16 heridos y provocaron que el avión realizase un aterrizaje de emergencia en el aeropuerto de Shannon. Como suele ocurrir cuando coinciden varios fenómenos similares en poco tiempo, los medios de comunicación se han empezado a preguntar si es una simple casualidad o si hay algo más, más allá de, como es obvio, cada vez haya más vuelos en todo el globo. La respuesta la han encontrado en el trabajo del científico británico Paul D. Williams, quien, junto a su colega Manoj M. Joshi, más esfuerzo ha realizado durante los últimos años para intentar demostrar que hay buenas razones por las que las turbulencias van a ir a más, tanto a través de investigaciones publicadas en revistas como 'Nature Climate Change' como a su labor divulgativa como el hombre de consulta habitual. Su explicación es la tormenta perfecta, valga la redundancia: según lleva asegurando Williams durante años, el aumento del número de turbulencias se debe al cambio climático. La última vez ha sido la pasada semana cuando, como recoge 'The Guardian', afirmó que "habrá cada vez más incidentes de turbulencias en aire claro (CAT), que por lo general aparecen de la nada sin aviso previo a medida que el cambio climático ejerza su efecto en la estratosfera". ¿Por qué, exactamente? Por el aumento de los niveles de dióxido de carbono en la atmósfera. Las cifras de Williams El investigador, miembro de la Royal Society y profesor de la Universidad de Reading, expuso sus hallazgos estadísticos en profundidad en un estudio llamado 'Intensificaction of winter transatlantic aviation turbulence in response to climate change'. Era, como él mismo recordaba, la primera vez que alguien intentaba vincular ambos fenómenos. Según la hipótesis de Williams, hay muchas más posibilidades de que un avión sufra turbulencias cuando los niveles de dióxido de carbono en la troposfera son mayores. Las gráficas aportadas por el científico (recogidos en un muy resumido Power Point para el que tenga interés) recoge datos diarios de los últimos 20 años, que se centran ante todo en el invierno y en el corredor del Atlántico Norte, el más concurrido del mundo con unos 300 vuelos diarios. Según sus conclusiones, elaboradas a partir del modelo climático GFDL-CM2.1, entre los grados 50 y 75 norte y los 10 y 60 oeste, ha aumentado entre un 10 y un 40% la fuerza mediana de las turbulencias y entre un 40 y un 170% en la frecuencia de las turbulencias moderadas o fuertes. En conclusión, "el cambio climático conducirá a vuelos transatlánticos mucho más accidentados a mediados de este siglo". Y las consecuencias son muy variopintas. Hoy en día, los accidentes causados por este fenómeno suponen alrededor del 29% y cuestan al año entre 150 y 500 millones de dólares tan solo a las aerolíneas estadounidenses. Eso sí, raramente resultan fatales. Además, advierte Williams, la duración de los vuelos puede incrementarse (debido a la elección de rutas alternativas) y las emisiones ser aún mayores, generando un círculo vicioso. La mayor parte de vuelos comerciales se desplazan a una altura media de unos 30.000 pies (unos 9.000 metros), aunque oscilan entre los 10.000 y 12.000 metros. Como han explicado recientes investigaciones, en la troposfera, la capa más cercana a la Tierra, el dióxido de carbono ha aumentado, mientras que en la termosfera, inmediatamente superior, la cantidad de CO2 es mucho menor. La acumulación de dióxido provocará, según Williams, que las turbulencias aumenten, aunque no necesariamente que sean más intensas. Ya ha ocurrido: según los cálculos de Williams, en las últimas décadas se ha producido un crecimiento constante del número de incidentes causados por turbulencias. ¿Qué son las turbulencias? Un viajero que las haya experimentado sabe exactamente qué son. Esa sensación de que caes al vacío como en una montaña rusa, las sacudidas repentinas y la sensación de que no se sabe qué va a ocurrir en los segundos siguientes. Lo que realmente ocurre en una turbulencia de aire claro (a las que se refiere Williams) es que, inesperadamente - no suele poder ser previsto por el radar de a bordo o por satélites - el avión se sumerge en una zona sacudida por un viento cortante desestabilizador que sacude al aparato. En muchos casos, es el producto de un cambio de temperatura repentino, lo que provoca la alteración de la densidad del aire. Hay otros factores que pueden explicar este aumento de las turbulencias. En otro reportaje publicado este año en 'The New York Times' (en esta ocasión con motivo del aterrizaje forzoso de un vuelo de American Airlines que enlazaba Miami con Milán), el profesor de meteorología de la Universidad Aeronáutica Embry-Riddle John Lannicci recordaba que en 1997 y 1998 esta clase de incidentes se disparó, probablemente debido al fenómeno climático El Niño. Sin embargo, no es más que una especulación. En 2006, la Administración de Aviación Federal estadounidense reconoció que el número de turbulencias se había doblado entre 1982 y 2003, incluso teniendo en cuenta el aumento global de vueltos. Algo ocurre, pero no sé sabe exactamente qué. ¿Qué papel juegan los datos de Williams en este puzzle? Por ahora, es la pieza más grande de la que disponemos, pero la mayor parte de expertos coinciden en que la evidencia es limitada. Lanicci recuerda que es una realidad muy compleja en la que la situación cambia cada año, por lo que buscar una única causa es simplificar demasiado. Hasta entonces, Williams lo tiene claro a la hora de subirse a un avión. Sea obra del cambio climático o del personaje de 'X-Men' Tormenta, es tan simple como mantener el cinturón de seguridad siempre abrochado, algo que quizá "no reduzca las posibilidades de que alguien salga volando y aterrice sobre ti", pero sí evitará que tú hagas lo propio con tus vecinos de asiento. Al fin y al cabo, dos de cada tres personas que murieron en un accidente de aviación a causa de una turbulencia no llevaban puesto el cinturón. Algo es algo.